No es un futbolín de fraternidad
Un futbolín, a menudo asociado con bares de mala muerte y casas de fraternidad, suele ser un accesorio antiestético estropeado por la pegajosidad de sustancias desconocidas, que hace que uno se arrepienta al instante de haberlo tocado, lo que provoca un viaje apresurado al baño para lavarse las manos.
Sin embargo, en Dubai se produce una notable transformación que eleva el humilde futbolín a un nivel de grandeza sin parangón. Adornado con brillantes cristales de Swarovski e incrustado de diamantes, esta resplandeciente creación se convierte en objeto de deseo, trascendiendo sus mundanos orígenes. El compromiso inquebrantable de la ciudad por infundir opulencia y magnificencia incluso a los objetos más cotidianos es realmente asombroso, y provoca admiración por su dedicación a transformar objetos cotidianos en el epítome del lujo.